Importaciones de leche en polvo: ¿Y si nos decimos la verdad qué pasa?
Importaciones de leche en polvo: ¿Y si nos decimos la verdad qué pasa?
Los Reyes magos de este 6 de enero del 2021 trajeron un triste regalo para los más de 600.000 pequeños campesinos: los importadores industriales y procesadores de leche han comprado 10.820 toneladas de leche en polvo en EE.UU., equivalentes a más de 90 millones de litros de leche líquida.
Es como si en los 5 primeros días del año no les hubieran comprado a nuestros productores un solo litro de leche fresca.
Si, se les estaría privando de ingresos a cientos de campesinos y trabajadores del campo, que vale la pena recordar que se han levantado diariamente a ordeñar las vacas que con tanto esmero cuidan ellos y sus familias para abastecer las mesas de todos los colombianos de leche y quesos frescos que mejoran nuestra nutrición y estado de salud.
¿A qué se debe esta desproporcionada importación de leche si durante casi todo el año pasado oímos a los industriales —desde ASOLECHE y FEDECOLECHE—, “llorar” porque sus inventarios de leche en polvo eran muy altos cerrando el año en 17.000 toneladas?
Intentemos responder:
- ¿Será que la leche importada es mucho más económica que la leche fresca de Boyacá y sus campos? La respuesta es NO
La leche importada, nacionalizada, transportada y reconvertida a la tasa de cambio actual supera los $1500 por litro, mientras que la leche nacional no supera los $1.250 por litro.
- ¿Será que es una leche con unos contenidos de proteína y grasa superiores a los de las sabanas del Cesar o del exuberante Caquetá? Nuevamente la respuesta es NO
La leche en polvo tiene en grasa estándar de 3,0 % a 3,1% generalmente y la leche de nuestras vacas esta por el orden de 3,2 a 3,4% en promedio. Lo anterior sin tener en cuenta que gran parte de la leche importada es descremada o lo que es lo mismo, con bajísimos niveles de grasa.
- ¿Será que es más amigable con el medio ambiente y/o proviene de animales con mayor Bienestar Animal que los hatos de la Sabana de Bogotá? Me temo que también debo decirles que NO
Esta leche importada proviene de hatos lecheros en donde la base nutricional de los animales son los granos como el maíz y la solla, produciendo más cantidad de gases efecto invernadero y de manera concentrada pues son ganaderías estabuladas en confinamiento absoluto.
Nuestra leche proviene de ganado en pastoreo, donde los pastos y los árboles de nuestros sistemas silvopastoriles, capturan muchos de estos gases protegiendo así el planeta y, dicho sea de paso, con un bienestar animal mucho mayor por obvias razones. En otras palabras, aquí tenemos “vacas felices”.
- ¿Será entonces que no hay suficiente leche en el país? ¡Menos!
Los ganaderos del país producimos más de 20 millones de litros diariamente y la industria formal logra comprar menos de la mitad de esta producción.
- ¿Y si es por temas tan actuales como que nuestra leche es muy poco “competitiva”? Aquí la respuesta cambia ligeramente.
Es cierto que, con las tasas de cambio actuales, nuestra leche en finca comparada con la producida en fincas de países líderes como Nueva Zelanda, Argentina o Uruguay podrá estar 1, 2 y hasta 3 centavos de dólar por encima en los costos de producción por litro (10% - 15% más), pero y el resto de la falta de competitividad qué? ¿El costo país, el costo de transporte que no es culpa de la vaca, qué?
¿El costo del acopio y el procesamiento de leche? Ese qué en este país también tiene explicación. Los industriales tienen costos de pulverización que se acercan al doble de países como Nueva Zelanda, Argentina y hasta Ecuador. Y no contentos con esta ineficiencia oculta, señalan año tras año a los productores como ineficientes. Olvidan los industriales la sabiduría popular que dice que siempre se señala a otros con un dedo, hay 4 dedos que lo señalan a uno mismo.
¡Pues no! La ineficiencia y la falta de competitividad no es de los ganaderos.
Claro que hay temas que mejorar en la producción primaria; claro que los índices productivos y reproductivos de nuestros hatos deben seguir mejorando, pero hacernos los ciegos a la realidad de toda la cadena no nos lleva por buen camino.
Y no hemos hablado de los márgenes de utilidad de la industria y del comercio. Al hablar de esto recordaríamos los márgenes de la banca que tanto nos indignan y nos sentaríamos a llorar al compararla con los márgenes de los productores primarios.
¿Y entonces, que hay detrás de esta gran importación? Encontramos tres factores centrales:
- Tratados de libre comercio que dejaron al sector lácteo como comodín de negociación y lo colocaron en una desventaja evidente ante países con mayor desarrollo lácteo y hasta subsidios en la producción, aun cuando, dicho sea de paso, ningún tratado obliga a los industriales colombianos a comprar leche importada.
Igualmente, estos tratados tienen opciones de protección como las salvaguardias que este gobierno debería utilizar en estados de emergencia como la crisis económica que nos trajo la pandemia.
Fruto de estos tratados, también sea dicho, ha habido años de inversiones oficiales y multilaterales en el sector para modernizarlo, pero que se han despilfarrado en programas politiqueros como los desarrollados durante los 8 años del gobierno Santos y su ministro Iragorri en los llamados “Conpes lácteos” que han sido un derroche de dinero de muy baja eficiencia en la inversión y de muy alto índice de populismo.
- Inequidad en el mercado que tiene a 7 empresas del país con el 60 % de la leche procesada —en evidente posición dominante— mientras el 80 % de los 650.000 productores lácteos son pequeños productores. Situación que es agravada por la naturaleza altamente perecedera de la leche líquida producida vs. la leche en polvo que cuenta con uno y hasta dos años de duración. Esta inequidad es la que el Estado debe reducir con sus normas, como el decreto 017 y los programas sectoriales.
Y aquí está la verdad, que como dice la sabiduría popular, nos hará libres: El objetivo escueto de la masiva importación es presionar realmente el mercado para mantener a la baja el precio interno y buscar desmontar la Resolución 017, que es la última barrera de protección de los campesinos colombianos y que exige a la industria formal pagar unos precios mínimos por cada litro de leche, y que en buena hora ha conservado el gobierno actual.
Hemos propuesto —al gobierno nacional y a la industria transformadora—múltiples soluciones coyunturales y estructurales para el sector lácteo, las cuales podríamos resumir muy brevemente así:
- Programas de fomento al consumo local dirigido a poblaciones específicas como estratos 1 y 2 con evidentes subconsumos de leche por desatención de la industria a estos mercados, sistema educativo público y fuerzas armadas en concordancia con programas de apoyo en compras públicas
- Sello de 100% Pura Leche Colombiana y Sistema nacional de trazabilidad lácteo que nos permita realizar un verdadero seguimiento al origen de los productos que consumimos, facilitando el proceso de calidad e inocuidad de los mismos.
- Incremento de la capacidad instalada de pulverización y procesos de larga vida, mediante incentivos decididos para tal fin con la correspondiente integración de la cadena en estos proyectos, así como programas de alianzas y contratos de proveeduría.
- Fondo tripartita para el apoyo a la exportación, con modificaciones a los requisitos para recibir dichos apoyos.
Estas propuestas a la industria no le han gustado, y realmente no encontramos una razón válida ni una propuesta que no sea el libre mercado. En los 8 años del gobierno anterior, nada impulsaron. Ahora —a tan sólo cinco años de importaciones lácteas con cero aranceles— se requiere del apoyo oficial en estos temas.
Los ganaderos seguimos haciendo patria, sembrando paz en el campo colombiano y aportando a la nutrición de nuestros compatriotas. ¡Seguimos proponiendo y construyendo!
Ricardo Arenas Ovalle: Médico Veterinario. Especialista en Finanzas y Negocios Internacionales. Especialista en Gerencia de empresas agropecuarias. Consultor agroindustrial. Experto en producción y calidad de leche.